Entras en la tienda, observas todo lo que allí ofrecen, algunas tortas te parecen demasiado dulces, otras tienen ingredientes que no toleras y otras te encantan. Allí pones tu atención y esas pides.
No se te ocurriría quedarte horas mirando los pasteles que no te agradan.
No se te ocurriría salir de la tienda con tu compra pensando qué feas eran las que no elegiste.
No se te ocurriría llegar a la casa de tus amigos y en lugar de mostrarles la torta divina que traes,
contarles la cantidad de pasteles espantosos que vendían. ¿Verdad?
Entonces… ¿Por qué no haces en casa de tus amigos lo mismo que haces en la pastelería?
Se sientan, sirven la deliciosa torta y en lugar de elegir conversar sobre lo que desean, comienzan a hablar de la cantidad de desgracias que viven en sus vidas. Que no hay hombres que valgan la pena, que todos son infieles o casados o aburridos, que las mujeres ya no quieren relaciones serias, que los hijos se portan cada vez peor, que la vida está más cara que nunca, que el trabajo los tiene estresados, que la crisis está peor que nunca, que no se puede confiar en nadie, que los pasteles engordan mucho, que las dietas no funcionan, que las arrugan vienen, que… etc, etc, etc…
Pasan horas eligiendo, comiendo y masticando los pasteles más espantosos; los cuentos que cuentan.
¿Lo ves?
La vida es una gran pastelería en la cual existen cosas, personas y experiencias que pueden agradarte, disgustarte o fascinarte.
¿Por qué pasas gran parte del día notando lo que no te gusta? ¿Por qué, además, cuentas a todo el que puedes todo lo que no te gusta?
Prueba comenzar a recorrer esta vida poniendo tu atención sólo en lo que sí deseas y mantén tu energía allí. No te lleves a la boca los pasteles que te saben mal, no tiene sentido.
Cambia tus conversaciones. Cambia el cuento que cuentas. Cuenta sobre lo que sí te gusta, habla de esos deseos que te hacen agua la boca, vibra en eso durante un tiempo y el Universo te los enviará empaquetados como bellos pasteles. Es LEY.
(María Van)
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