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Darles a otros el poder de alterar tu estado de ánimo va de la mano de una costumbre muy nociva, que es tomarse todo de forma personal.

Deja de tomarte personal cada cosa que la gente hace, cada cosa que la gente dice.

Y me vas a decir, “María, ¿cómo no me lo voy a tomar personal que mi vecina me insultó porque saqué al perro y el perro ensució? Me estaba hablando de mi perro y de mí. Eso, ¿cómo no me lo voy a tomar personal?

Bien, acá viene el desafío. Nadie puede tener el poder de manejar tu estado de ánimo. La vecina está hablando de ti. De tu perro, de tu forma de ser, de comportarte, está opinando, emitiendo juicio. Ok, es un problema de la vecina. No tomárselo personal en ningún aspecto es entender que ESE es un problema de la vecina, NO tuyo.

Cuando vivimos por inspiración comprendemos que tampoco los halagos hay que tomarlos personal porque también van al ego. Por supuesto que a todos nos gusta más recibir halagos que insultos. Recibir adulaciones que críticas. Por su puesto que es mucho más grato. Y por supuesto que hay una diferenciación cuando las palabras amorosas vienen de gente que queremos con buena intención. Pero vamos a dejar eso de lado por un momento, nos vamos a centrar en estas personas que sentimos que nos atacan. Bien, no te lo tomes personal.

Te voy a contar como ejemplo, una pequeña historia, una pequeña vivencia que me tocó en la Ciudad de México, una ciudad que visité en 2019. Yo salí del lugar donde me estaba alojando y di la vuelta en la esquina y fui a la parada de taxis. Me subí al taxi y para mi sorpresa me tocó una conductora, una choferesa mujer. ¿Por qué para mi sorpresa? porque en mi ciudad no es común ver mujeres taxistas. Y ya cuando venía desde el aeropuerto pude ver en la calle varias mujeres taxistas en la Ciudad de México y me sorprendió muy gratamente.

Bueno, con esta mujer, que me llevó desde donde me alojaba hasta el museo de antropología íbamos conversando, yo le pregunté si habían muchas mujeres taxistas, le pregunté cómo se sentía. Me contó un poco de su historia, se llamaba Patricia, una mujer muy agradable. Y me contó que bueno, que el ambiente en el cual ella estaba trabajando era bastante machista. Que a las mujeres taxistas, sólo por el hecho de estar conduciendo un auto y cobrando por los traslados, la mayoría de sus compañeros las tildaban de lesbianas, incluso poniéndole un calificativo negativo, ¿no? como si ser lesbiana fuera algo malo, un delito. Bueno, una cantidad de juicios de machismo, de fobia contra las mujeres y las mujeres que van tomando lugares de más poder, de independencia. Me contó que una de sus primeras veces conduciendo el taxi se subió un hombre que empezó a maltratarla y ella se dio cuenta que es porque era mujer, claro, con los días me di cuenta de que conseguir un taxi libre en Ciudad de México no es tan fácil, entonces evidentemente a este hombre no le quedó otra, o él sintió que no le quedó otra que viajar con esta mujer, con Patricia como conductora. Entonces decidió que la mejor opción era molestarla, pésima opción obviamente. Pero bueno, lo pudo decidir este hombre que seguramente estaba en un mal día, desde su carencia. Y ella me contó que lejos de responderle o decirle que se baje lo escuchó unos minutos hablándole mal; que estaba yendo mal, que conducía mal, que el taxi olía mal. Lo dejó hablar unos minutos y luego ella se puso a cantar en voz alta una canción que a ella le gustaba y el hombre frente a esta actitud disruptiva no tuvo más remedio que callar y quedó medio asombrado y yo pensaba para mí: “esto es muy parecido a, frente a la misma situación, comenzar a repetir un mantra totalmente en silencio.

Patricia, no sabía nada de mantras, pero tenía muy claro que nunca hay que tomarse nada personal por más que la otra persona me lo esté declarando personal, como una guerra, No hay que recoger los guantes.

Ese hombre tendría un mal día, una mala vida, una relación de pareja o sin pareja o una madre enferma de cáncer o un hijo con algún problema, no lo sabemos. Y por supuesto que, ninguna de estas cuestiones nos habilita para maltratar a otro. Pero lo cierto es que no tomarme la situación personal es entender que: pobre hombre, qué mal estará, en qué malestar vibrará día a día, que lo único que se le ocurre cuando se encuentra con alguien que le está prestando un servicio, es maltratarlo de la nada.

Creo que si hay algo que vivir por inspiración me regala día a día es esta oportunidad de ver lecciones, aulas de aprendizaje, maestros y maestras en todos lados, incluso en un taxi en la Ciudad de México con una mujer encantadora que compartí siete minutos, ocho como máximo y que me dejó una lección enorme.

Espero que para ustedes sea una gran lección y espero que hoy comiencen a dejar de actuar de forma reactiva y a dejar de tomarse todo personal.

(María Van)

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