“María, prefiero enterrarlo a tener que divorciarme.”
¿Por qué tantas mujeres tienen este pensamiento cuando se encuentran en una situación de inevitable divorcio?¿Cómo se le ocurre a una mujer que es mejor que el padre de sus hijos muera a que tengan que verlo un par de días a la semana? ¿Por qué llegan a una conclusión tan… infradotada?
La respuesta es siempre la misma: porque temen mirar de frente a ese hombre con el cual conviven hace años y decirle que ya no quieren seguir la relación, porque tienen miedo de que sus hijos sufran y la culpen, porque temen que sus amigos hagan juicios sobre su relación, porque no quieren ser tildadas de fracasadas por sus propias madres, porque huelen un camino legal largo, penoso y costoso, porque no quieren tener que pensar en cómo ganar dinero…
“María, si por lo menos él me engañara sería más fácil…”
Es otra de las frases que he escuchado de a centenares. ¿Qué coño les pasa? ¿Por qué esperan a ser viudas o cornudas?
Lo que les pasa es tan triste como común: están dormidas, desvalorizadas, se sienten perdidas, en un ir y venir de un océano en el cual sienten que han sido arrojadas hace décadas para sobrevivir como pudieran. No se creen ni un poco dueñas de sus vidas. No comprenden que detrás de toda aparente crisis hay siempre una oportunidad de crecimiento y menos aún comprenden que ese crecimiento es lo mejor que les puede pasar. Les fascina pasar horas posteando frases inspiradoras en Facebook: “Hazlo con miedo pero hazlo”, ponen entusiasmadas en sus muros y van diez dormidas más a darle “me gusta” “me gusta” “comparto”. El grupo de las amigas del horror, las cómplices del miedo y la mediocridad que se animan entre sí a ponerse bótox pero a separarse jamás. El club de la queja y el victimismo que son capaces de pagar fortunas para irse de retiro a la loma del ojete de fin de semana a constelarse las tetas pero vuelven a casa y se obligan a seguir durmiendo con el pelotudo que tienen de marido y digo pelotudo no porque el hombre lo sea (ni lo conozco) sino porque así lo describen ellas. Y ahí van de nuevo a postear fantasías: “¿Qué hago cuando me tratan mal? Me trato bien y me voy.” Y el grupo de apoyo acude al llamado conjunto del terrorismo encubierto: “me gusta” “me encanta” “Comparto”.
PROYECTAN. Eso hacen, proyectan en esos posteos y esos likes lo que en verdad les gustaría hacer pero no, mejor ponen que lo hacen, que lo hagan otras, lo escriben pero jamás dan el paso. Viven en Facebook posteando lo que otras deberían hacer pero ellas no se animan. Detrás de cada posteo hay un mensaje subliminal hacia sus maridos que CERO recogen el guante, sépanlo (también atiendo hombres).
“Mentalmente lo entiendo, María pero mi corazón no puede.”
NO, REINITA LINDA DE MI VIDA. ¡Tu corazón te grita que te divorcies pero es tu mente la que te traba! Ni por un segundo culpes a tu divino corazón por tu cobardía. El corazón es valiente siempre, late hasta cuando vos dormís, late hasta cuando te obligás a coger sin ganas, te invita siempre a vivir mejor. Es tu ego el que te dice “Noooo… ¿cómo lo vas a dejar? ¿de dónde vas a sacar esa cantidad de dinero por mes? ¿ya pensaste que tu suegra va a decirle a su hijo que siempre fuiste la peor esposa del mundo? Noooo… aguantá, aguantá…”
El corazón actúa por inspiración, por esa luz que viene de la Fuente, el corazón es cabrón, valiente, cojonudo, no se caga en las patas por un simple divorcio, ese es el ego, el que vive para las apariencias, para seguir contentando a mamá y a papá que, como tuvieron un matrimonio del carajo pero igual aguantaron juntos, pretenden que la hija haga lo mismo: que aguante. Pero el corazón NO AGUANTA, no se banca ni un rato en el victimismo, el corazón se enferma de pena, de ver como late al pedo para que desperdicies tu vida hora tras hora mientras te tatuás las cejas para “sentirme bien conmigo misma.”
La analogía del bracito es un concepto brillante que no se me ocurrió a mi sino a Karla (mi amiga y co-equiper) en una sesión grupal de Un Curso de Milagros. Una mujer a la que llamaremos Laura explicaba con pena que a pesar de haberse divorciado no podía soltar del todo al ex marido y nos contaba que acababa de aplicar para un trabajo que según ella cerraba en todo, si ese trabajo salía entonces sí, entonces podía soltar todo a la mierda y ser ella, vivir de su pasión, liberarse, sentirse plena, etc, etc, etc… cantidad de tonteras que su ego le contaba y ella nos contaba a nosotras… le dimos varias vueltas. “No, Laura, estás de nuevo cayendo en dualidad, en creer que ahora es un trabajo ideal lo que te haría salir de ese estado semi depresivo, ¿comprendés?”, le insistía yo mientras Karla escuchaba en silencio. “A ver, María, explícame de nuevo porque mi ego se mete y no entiendo.” Ahí Karla irrumpió con su tono mexicano tan ameno como decidido hablando de los flotis (en Argentina les decimos “bracitos”, son esos inflables que se le ponen a los niños en los brazos para entrar al agua)
“Te veo en el medio de un océano con un solo flotis.”, dijo la mexicana y nos quedamos en silencio esperando su reflexión… “Te veo que al separarte has soltado un flotis pero te quedaste con el otro, con lo que tu ex te pasa de dinero por mes, ese es tu único flotis y con el otro brazo tratas de nadar y nadar hasta encontrar otro hombre que te complete y te ponga el flotis que sientes que perdiste. Y ahí vas agotada, forzando tu brazo sin flotis sin darte cuenta que en cualquier momento se te explota el otro y te hundes porque simplemente no has aprendido a nadar.”
Karla interviene poco pero cuando lo hace es como para alquilar balcones. Como verán.
Laura entendió tan perfectamente que no salía de la mudez. Yo retomé las riendas de la sesión y traté de sintetizar con muy poco para agregar luego de esa clase magistral de analogismo.
“Laura, estás siempre buscando ese flotis, como Karla te explicó. Si no es un novio nuevo es intentarlo otra vez con tu ex marido porque tu hijo te lo reclama o un viaje que te entusiasma o un curso o ahora este posible trabajo ideal, siempre está afuera la solución que se le ocurre a tu ego, siempre es otro (llamale amante, novio, marido, jefe, gurú, agente de viajes) el que tiene la llave de tu felicidad, el que tiene el flotis que te falta. Lo que no terminás de entender es que estás frente a una lección de vida y hasta que no la pases NO VAS A ENTRAR EN BIENESTAR NUNCA. ¿Cuál es la lección? Darte cuenta que podés nadar, que no te vas a ahogar. Lo peor que pudiera pasarte en este momento de tu vida es que ese “trabajo ideal” te saliera, ¿por qué? porque ahí seguirías dormida creyendo que ahora es el trabajo lo que te faltaba para ser feliz y vas a vivir feliz, sí, dos o tres años y después vas a volver a caer en la angustia y en ese no sé qué de que algo te falta, de que no te sentís completa y bla, bla, bla… ¿lo ves? Estás frente a una hermosa oportunidad de sacarte el flotis al que estás amarrada y tirarlo al carajo y hundirte, sumergirte en tu lodo hasta tocar fondo y darte cuenta de que NADA MALO PUEDE PASAR más que tocar la arena mojada con tus pies e impulsarte hacia la superficie y respirar a dos pulmones por primera vez en años y flotar con tu propio aire, no con el de un pinche flotis viejo que ya te corta la circulación. Vas a poder, vas a flotar, vas a hacer la plancha y luego vas a ir aprendiendo a nadar, a los chapuzones, sí, como todos pero lo vas a lograr.
Laura, si hoy te sale ese trabajo, va a ser una maldición del ego, un engaño, especulación pura, retraso, agonía…” terminé sin mucho más que decir porque Laura ya había entendido todo.
La lección, mujeres, es que tienen que APRENDER A SEPARARSE. Tienen que tomar decisiones propias, tienen que ser ustedes las que digan: “Esto no lo quiero más y acciono.”
Tenemos que comenzar a separarnos desde el respeto y el cariño. No esperar a enviudar como cobardes, no esperar a que él me engañe para ahora sí tirarle las cacerolas por la cabeza y poder andar de víctima diciéndoles a todos que no me dejó otra opción más que separarme porque me engañó, qué pobre, QUÉ POBREZA MENTAL…
La lección es tuya. La solución no es el divorcio (tal vez sí, tal vez no) no importa la solución porque, como dice Un Curso de Milagros, el problema y la solución son en verdad lo mismo. Lo que importa es la lección. La lección es tuya y la andás rifando, regalándola a la suerte. NO SE PUEDE ESPECULAR CON LA VIDA, GENTE. SALE MAL. SIEMPRE TERMINA MAL.
Esa puta manía de andar derrochando los días que Dios te da SALE MAL. “No, hoy paso, hoy no digo nada y sigo, el fin de semana veo si podemos hablar de que estamos mal y tal vez tendríamos que separarnos…” EGO AL MANDO DE TU VIDA. “No, ahora no puedo separarme, es el cumpleaños de 70 de mi viejo, no le puedo hacer esto.” WHAT THE FUCK!!! ¿No le podés hacer qué a tu viejo? ¿Con quién estás casada? ¿Con tu viejo?
Mujeres: reconozcan que andan dando vueltas en un océano gigante con un solo flotis en un brazo y tratando de llegar al yate de algún millonario que las salve con el otro brazo que ya está a punto de dislocarse. Hagan la plancha, respiren, conecten con la Fuente, reconozcan que son parte de esa Fuente, de ese Origen, pero no lo posteen en Facebook, reconózcanlo ustedes, para sus corazones. Reconozcan primero que vienen sosteniendo una vida de mierda que hace agua por todos lados. Van en un bote que se hunde de a centímetros por minuto y ustedes desgastadas intentando sacar el agua con una palangana, ¡Por Dios! ¿Para ganar qué? Nadie las va a premiar por haber aguantado un matrimonio infeliz, un trabajo desgastante…
Quítense el flotis, déjense hundir hasta el fondo y salgan con luz y oxígeno a la superficie y van a ver, van a ver que sí pueden nadar. Y ESA es la lección: VOS PODÉS SOLA, la Fuente lo sabe, todos los sabemos, la única que no se lo cree SOS VOS. Creételo, mujer. Creételo y no te para nadie. ¡Chau flotis!
(María Van)
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