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Una historia de programación

Les voy a dar un ejemplo, sólo uno, de cómo nos emprogramamos y en base a eso, un ejemplo de cómo nos emparejamos.

Podría dar el ejemplo de cómo nos emprogramamos y cómo elegimos carrera, cómo elegimos trabajo, cómo maternamos, paternamos, podemos o no podemos tener hijos, cantidad de cosas pero, voy a tratar de elegir algo que es como uno de los temas que está en el top five, que es la pareja y cómo es que llegamos a eso.

Yo siempre les digo que la mayoría de la gente en este mundo no se enamora, se emprograma. Claro, después, cuando nos parimos a nosotros mismos como adultos emocionales es distinto, la cosa puede cambiar y ahí sí ya elegimos desde la abundancia no desde la carencia.

La mayoría de las parejas que conocemos están emprogramados. Pueden trabajar cada uno lo suyo, transmutar sus infancias, verse por primera vez como quienes son esencialmente, conocerse y enamorarse por primera vez y seguir juntos. Definitivamente sí aunque ese poco usual que ocurra

¿Cómo nos emprogramamos? Vamos a poner dos personajes muy sencillos que suelo utilizar: Pepe y Pepa.

Tenemos a Pepa, Pepita, que cuando tenía dos años su papá abandonó a su mamá. Se fue con la secretaria y no volvió más y le dijo a la mamá de Pepita “no me busques, no quiero saber nada, no quiero ser padre, me voy con mi secretaria a vivir a las Islas Baleares”.

Ahí se quedó la mamá de Pepita. Imaginemos: angustiada, enojada, sintiéndose vieja, fea, gorda, comparándose con la secretaria del señor éste, con miedo de cómo iba ser para ser madre sola, ganar dinero suficiente para ella, para Pepita, con todo el juicio de su propia madre que le decía “pero ¿cómo lo dejaste ir? te dije que a los hombres hay que mantenerlos, hay que abrir las piernas cuando ellos quieren y hay que cocinarles. Te dije. Seguro que por eso se fue con la otra”.

Encima soportando a su madre porque obviamente la mamá de Pepita no se anima a decirle aa su madre: “Mamá, lo último que falta sos vos con tus opiniones de mierda, no te quiero ver más” No, no puede porque se siente segura, aparte sola “ahora estoy sola con Pepita, menos que nunca, mi madre será lo que será, pero bueno, es mi madre y si tengo que salir a trabajar me va a cuidar a Pepita”. Esa señora que opina así le va a cuidar a Pepita, en fin…

Entonces Pepita desde los dos años o incluso antes, porque imaginemos que un señor que de un día para el otro se va a las Baleares con la secretaria no es que “nos amábamos hasta que vos te fuiste a las Baleares” Ya venía pa’l culo esa relación y no lo queríamos ver”. La madre de Pepita ya se venía mintiendo a sí misma ¿no?.

Pepita se gestó ya en un ambiente emocional que no estaba bueno; de infidelidades, de engaños, de vivir para los demás. Luego, viene un shock de emociones bajas de mamá cuando Pepita tiene 2 años y el padre se va. Pepita ahí, absorbiendo inseguridad, miedos, juicios de la abuela (por lo tanto miedo a la abuela) gritos. “Mamá llora en el baño, cree que Pepita no se da cuenta, pero ella desde su cama huele todo porque es un cachorro que todo lo huele”.

Bien, va creciendo Pepita. La madre con mucho esfuerzo y con todo lo que puede (por supuesto, siempre decimos esto: “no es mala, ni buena” sino con todo lo que puede) consigue un trabajo. Tiene dos trabajos, doble turno, todo para darle lo mejor a Pepita.

Pepita va al colegio, no le falta comida pero la mamá de Pepita va a establecer un discurso constante y sonante que no va a parar nunca, que va a ser éste: “Si tu padre no se hubiera ido podríamos tomarnos vacaciones”. Cada vez que Pepita pide algo así como las zapatillas deportivas que tienen sus amigas del colegio, Pepita también las quiere “pedíselas a tu padre… ahhh, bue… cierto que no tenemos el teléfono, no lo vas a poder llamar”.  Y Pepita escuchando este despecho constante.

Ya Pepita, con 10 años o 12 años y la escucha a la madre que sigue hablando con las amigas del mismo tema “No, porque este desgraciado me arruinó la vida, yo ahora sería una cantante famosa seguramente pero se me cortó todo, mis estudios de canto, me tuve que poner a trabajar, a limpiar, a trabajar de administrativa…

Para ella todo es culpa de ese señor que un día se fue. “No tenemos plata, si estuviera tu padre…” Entonces, Pepita crece con un programa de abandono (a esto también se le llama huella de abandono)

Pero vamos a observar bien. Pepita tenía dos años cuando ese señor se fue. A los dos años un bebé o una beba a quien más necesita (por no decirle a la única persona que necesita) es a mamá y está fusionada emocionalmente esa personita con el campo emocional de mamá. Si mamá está bien, todo está bien.

Después, si hay una abuela buena, un papá malo, son condimentos. No es que papá no sirve para nada pero, no es vital para una beba o un bebé de dos años. Papá o quien ejerza el paternaje, esto aplica también para parejas del mismo sexo, alguien va a ejercer el maternaje, alguien va a ejercer el paternaje porque si esto no sucede tenemos un quilombo terrible y esto pasa a veces en muchas parejas heterosexuales, que los dos quieren hacer de mamá, o los dos quieren hacer de papá y ahí tenemos quilombo con los chicos.

Vean que la huella de abandono, (y por eso es que propongo siempre Transformar La Relación con Mamá en primer lugar) Pepita no la tiene porque su papá se fue cuando tenía dos años, Pepita la origina con las emociones de abandono que sintió su mamá en ese momento y reafirma el programa con el discurso materno sobre si ese hombre no se hubiera ido.

Es decir, la mamá de Pepita podría haber elegido un camino más sano, como hacer terapia o hablar con sus amigas o en silencio decir “ok, este tipo se fue, está con otra persona. Voy a tener que hacer el duelo, voy a tener también que entender en qué parte yo hice que esto no funcionara (porque hoy una pareja es de a dos). Yo ya lo sabía, me venía mintiendo. Tal vez me quedé embarazada porque sabía que él me iba a dejar y quise retenerlo…” Y que no va a ser ni la primera, ni la última la mamá de Pepita que hace esto y bueno “pasaré mis días de angustia, de bronca, saldré adelante y va a estar todo bien. Y ¿Sabes qué Pepita? Somos una familia, vos y yo. Esta es nuestra familia, hay muchas familias distintas en el mundo, la nuestra es vos y yo, somos una familia». Listo.

Y la historia de Pepita hubiera sido distinta y no hubiera tenido programa de abandono, tal vez hubiera tenido otro pero de abandono no. El programa de abandono de Pepita se origina por cómo mamá se encargó de hacer un espacio vacío de ese papá que no está. Un fantasma constante que convive con ellas en las peleas, en las discusiones, en los reproches, hasta está sentado a la mesa esa energía. Entonces claro, es un nombre, un hombre, un recuerdo de alguien que físicamente no está. Se crea un vacío, debió haber estado y no está.

Bien, vamos a dejar a Pepita en Entre Ríos, Argentina y vamos a volar a Boulder, Colorado en Estados Unidos a conocer la historia de Pepito.

Pepito nació en un hogar clásico de familia de clase media americana. Es decir, no les falta nada. Sus padres son muy cristianos, muy participativos de la comunidad religiosa. El papá de Pepito es un hombre muy apreciado en Boulder, esa pequeña ciudad de Colorado.. Profesor universitario reconocido, querido, galardonado. La mamá de Pepito ama de casa perfecta, impecable, tiene el jardín hermoso, colabora con diferentes causas.

Todo está bien, Pepito va al colegio después va al high school, todo perfecto. Y el papá de Pepito es esto, para Pepito es un hombre súper trabajador, además inteligente, reconocido, deportista, muy buena persona, muy querido por el pueblo sólo que los viernes, después de trabajar, se va con algunos colegas a tomar algo, cuando viene pasado de copas de ocho de la noche a doce se le da por cagarla a golpes a la mamá de Pepito.

Pepito crece observando esto; una madre que todos los sábados despierta con moretones, se maquilla, se pone gafas oscuras para ir el domingo a la misa. Explica siempre que se cayó, que es muy torpe, que tendrá que ir al oculista, que no ve bien. Y puertas adentro lo que él aprende es que su papá es una persona extraordinaria, maravillosa, sólo que lo pierde el alcohol.

Acá empieza una primer creencia limitante y muy estúpida que tiene mucha gente y es que el alcohol puede volver violento a alguien. No tiene este poder el alcohol. El alcohol tiene el poder de despertar los programas. El alcohol tiene el poder de mostrar ciertas caras que queremos ocultar, por eso cuando tomamos alcohol yy nos animamos a hacer cosas que en otra situación no nos animaríamos.

Pero, Pepito crece con esta creencia, por lo tanto ¿adivinen qué? Cuando pepito ya está avanzado en su cursar del high school y empieza a tener citas con chicas (porque obviamente él va a tener citas sólo con chicas, ni se le va a ocurrir pensar en otra posibilidad, al igual que sus amigos que son iguales a él y sus padres y todos) tal vez salga con una chica que le gusta mucho, le encanta hablar con ella y es interesante pero a la chica le gusta tomar cerveza, entonces Pepito no la va a llamar más. Y va a ser abstemio, obviamente. Es decir, él va a contar que él elige no tomar, que es su decisión. No tiene idea que está siendo manejado por un programa, no está decidiendo libremente que él no toma alcohol. Es un programa, una creencia limitante.

Ahora ya con quince años, Pepito, está sino igual un poco más alto que su papá. Por el deporte que hizo desde chico tiene buenos músculos y llega un día, un viernes donde Pepito ya no va a resistir ver como su padre golpea a su madre. Entonces, cuando su padre llegue alcoholizado ya gritándole desde la puerta a su madre, Pepito va a salir de su habitación, va a ir a la sala y cuando el padre empiece a agarrar de los pelos a la madre, Pepito se va a interponer en el medio con su madre a sus espaldas a frenar al padre. El padre va a seguir en el estado de violencia y Pepito va a intentar lanzar la primer trompada a la mandíbula de su padre y la madre le va a agarrar el brazo y le va a decir “¡No lo toques que es tu padre!… pobrecito, ¿no ves que está alcoholizado?”

Y toda esa fuerza que él tenía en ese brazo derecho para tirarle a la mandíbula a su padre y defender a su madre, toda esa fuerza intrínseca va a quedar en él.

En ese momento Pepito se va a convertir en Superman. Le van a crecer los músculos el triple. Va a volver a su cuarto, va a llorar, se va a frustrar y va a seguir la vida pero, ahora tiene un programa: Programa de Violencia, que acaba de ser sellado y acentuado por el moño de lo que mamá dijo: “No toques a tu padre”. Pepito se queda en Superman.

Pepito termina el high school, es aceptado para entrar en una universidad y Pepita ¿Qué está haciendo? Bueno, Pepita está estudiando para ser traductora de inglés, y en un invierno muy duro de Colorado en el mes de enero y en un verano muy sofocante de Entre Ríos –Argentina, también del mes de enero, Pepito y Pepita, cada uno por su cuenta y con sus posibilidades, deciden viajar a República Dominicana, una semana de vacaciones.

Y ahí están en el hotel bailando. Pepito no toma, baila pero no toma, por lo tanto, no se divierte mucho y además le parece que todos los demás se están divirtiendo porque toman y que no debiera ser así. Entonces él intenta igual bailar, divertirse sin beber. Pepita ya se tomó cincuenta tragos. Son estos hoteles en los que te ponen la pulserita y tomas todo lo que quieras.

Pepita le da con “tutti” y en medio del baile… ¡Plin! Se ven y algo pasa. Se iluminan, “la he encontrado”, “lo he encontrado”, piensa cada uno.

Ahí entran en esa programación tan peligrosa, ese es el momento en el que uno tendría que salir corriendo. Pero bueno, uno se queda ahí, creyendo que algo especial pasó y ahí empiezan todos los cuentos de “¿Será de una vida pasada?”, “Esto estaba pactado…”

Bueno, se revuelcan y la pasan muy bien. A Pepito no le importa que ella tome, son vacaciones está claro y ella le explica que no es así en realidad… así van a seguir.

Después Pepito va a venir a conocer a la mamá de Pepita. Pepita va a viajar a conocer a los padres de Pepito. Después se van a conocer todos. Se va a venir el casamiento y ya sabemos qué pasó: un programa de violencia con un programa de abandono.

Ellos van a contar (después de veinte años de casados, incluso) que están enamoradísimos, que fue un flechazo, que eran el uno para el otro y ellos lo van a vivir, no es sólo que lo van a contar, ellos lo creen así.

¿Qué pasó allí? Pepita encontró claramente lo que llamaríamos un “buen chico”, que aparte no bebe, que es responsable, que es sano, además gringo, universitario, le va a ir bien. Además, sexualmente se la pasó bien con él también. Y Pepito se encontró con una chica divertida, que hizo todo para progresar, viniendo de una familia donde solo había una mamá (cosa que Pepito no conoció), una chica que, si bien no es muy religiosa tampoco está negada al asunto, que habla muy bien inglés, que es bonita y aparte se la pasó muy bien con ella sexualmente.

¿Qué pasó a nivel inconsciente? ¿A nivel hilos?

Cuando Pepita empezó a contar su cuento de abandono (porque ella cuenta que fue abandonada porque así mamá se lo hizo creer) a Pepito se le activó la capa de Superman. Su inconsciente dijo “Aquí tenés una desprotegida a la que desde los dos añitos le faltó un hombre”.

Y a Pepita se le activó su inconsciente “Acá tenés súper hombre que le podés ir a presentar a tu mamá, e incluso dejárselo con un moño en la cabeza, a ver si te deja de romper las pelotas con que es una mujer abandonada y vos podés hacer tu vida. Ese vacío que tu mamá insiste en marcar en tu casa, si vos le llevas a Pepito ya no va a estar”. Es decir, Pepita está eligiendo un hombre para su mamá, no para ella, pero pueden aparentar y hasta sentir que son felices años y por supuesto, tener hijos.

Ahí siguen los programas una generación más, llega un momento, (vamos a suponer que sucede, porque no siempre sucede, la mayoría de la gente vive así y no se plantea nada, cree que la vida es así) vamos a suponer que un día Pepita y Pepito ya no vienen tan bien. Pepita vio que su suegro es un hombre muy violento, lo habló con Pepito. Pepito le dejó en claro que su padre es un buen hombre sólo que es el alcohol lo que lo pierde. Pepita se calló la boca, trató de hablar con su suegra a solas, su suegra lo defiende todavía más al marido. Pepita dijo “ok, acá ya no me voy a meter” Pero, lo sufre, no tiene ganas de ir a visitar a sus suegros; pero, Pepito quiere visitar a sus padres y quiere que ella vaya y que por lo tanto los chicos visiten a los abuelos. A Pepita no le gusta que los chicos vean lo viento que es el abuelo.

Bueno, Pepito tampoco se banca a la madre de Pepita porque es bastante absorbente, cuando vienen a la Argentina un mes, Pepito le dice “¿Por qué no vamos una semana a Entre Ríos y el resto del tiempo viajamos por Argentina que no conozco? “No, porque mi mamá…”

Bueno, ya la cosa no está tan bien. Tienen sexo una vez cada tanto, son de estas parejas que te dicen “tenemos algún distanciamiento sexual” y uno les pregunta “¿Hace cuánto que no tienen sexo? Y se quedan los dos sacando cuentas, cuando listo, ya está, algunos meses, algunos años.

No tienen intimidad, ya no hay cosas que comparten, ya los dos quieren que el otro cambie pero no lo dicen; aunque ellos no se van a separar por diferentes creencias limitantes y mandatos, cada uno con los suyos. Pepita se siente cómoda económicamente, le da miedo perder la tarjeta American Express Black, no cree que la pueda conseguir por ella misma. Pepito no quiere ser el único hijo, de unos padres tan religiosos, divorciado. Cantidad de estupideces que la gente sigue creyendo, gente joven incluso hoy día.

Pepita empieza a buscar a ver qué puede hacer, y empieza a leer un libro, se anota a yoga, en yoga le comentan del Reiki. Empieza a hacer el primer nivel de Reiki. Pepito tranquilo que Pepita está haciendo cosas que la entretienen, a parte son dos veces, no pasa nada. Pepita llega al último nivel de Reiki y se da cuenta que le encanta y que quiere enseñar a otras personas Reiki, entonces le cuenta a Pepito: “Voy a empezar a hacer algunas reuniones de Reiki acá en casa a la tarde cuando los chicos están en el colegio”. A pepito se le cae un poquito la capa, pero dice “Ok. Está bien, son boludeces de mina que van a hablar de la energía y qué se yo, acá en casa”.

Le empieza a ir muy bien a Pepita, y ya no van seis u ocho alumnas, ya esas seis, ocho amigas traen más gente, entonces a Pepita no le alcanza la sala de su casa. Habla con Pepito y le dice:

-“¿Sabés qué? Voy a rentar un espacio que me ofrecieron porque ya voy a dar charlas para más gente”

– “¿Sí? ¿Cuánta gente?”

– “Se anotaron como cincuenta” 

Y ahí Pepito empieza a enojarse con la situación. No se lo va a decir directamente (de momento) pero le va a decir “yo me voy todo el fin de semana con mis amigos a pescar”, cosa que antes no hacía. No va al acto de música del colegio de la hija de ellos. “No, no voy a ir, no puedo, no tengo tiempo”. Y va a empezar a hacer algo Pepito, que tenía entre ceja y ceja hace tiempo pero, no lo hacía en pos de la relación, que es que se va a quedar trabajando “horas extras” con su secretaria, entonces se vuelve a repetir la historia.

Pepita va a seguir, aparte está re entusiasmada, re enganchada, hace más cursos, se entrena más, ahora se capacita en otra cosa también quiere ser coach, entonces hace otros cursos, le empieza a ir muy bien y a Pepito se le cae la capa, “esa mujer” según lo que Pepito piensa ¿Qué mujer empoderada, que gana su dinero cada vez más, que la gente quiere escuchar lo que tiene para decir (porque lo que dice interesa, ayuda) que está contenta, que está en forma, esa mujer necesita un Superman al lado? o ¿Necesita una pareja con o sin músculos? Me da igual, esos son gustos; pero, esas mujeres no necesitan a nadie con capa, no creen en esas capas.

Ahí va a empezar a haber un ruido, es decir, uno de los dos se puso en duda, puso en duda desde donde pudo la vida que estaba llevando. Como pudo; con un libro, en la clase de Yoga, siempre se empieza desde donde podemos, por eso el camino que hemos hecho no es que no sirvió para nada, lo que sucede es que luego hay que actuar en consecuencia, no nos podemos quedar en la calesita, en el carrusel.

Y un día van a venir las discusiones, cada vez más fuertes y con los mismos músculos que antes tenía para creerse su Superman, un día la va a golpear y la va a dañar. Ahí Pepita, a ese nivel de haber puesto en duda su vida va a decir “creo que llegó el momento, me tengo que separar”. Si se separa va a estar actuando en consecuencia, el fluir sabio de la vida la va a ayudar y Pepito… o se quedará enojado o también encontrará la forma de ponerse en duda para desprogramar.

Ese es un ejemplo, sólo un ejemplo de cómo se originan programas y cómo luego esos programas nos condicionan, en este caso en la forma de emparejarnos y llevar adelante una pareja.

(María Van)

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